A ver, la onda era aterrizar en Aeroparque, hacer pie en la Ciudad de Buenos Aires, buscar las valijas, tomar un taxi “seguro” sin caer en la trampa del mal momento de la estafa picaresca de la vueltita de más y la lluvia de fichas extras al estilo tormenta de verano en Tucumán, y hacer el correspondiente check in en el hotel con vista al monumento más emblemático que conocemos cuando se trata de festejos deportivos: el Obelisco. Todo bien hasta ahí.

Lo siguiente era poner buena cara, sonreír y que el recepcionista se apiade y nos dé la habitación un par de horas antes del horario reglamentario de ingreso. Para nosotros, que veníamos casi sin dormir, fue un gol de media cancha.

No sé si comparable con la fiesta que nos regaló la Selección en su último amistoso con Emiratos Árabes Unidos, pero sí fue comparable con la imagen que nos dejó este mediodía de miércoles porteño, casi sin emoción en horario del match de Argentina. Decir, gusto a nada, sería casi como regalarle una chance de tiro libre sin barrera en zona roja.

Para nosotros, para Guillo y para éste servidor que redacta estas líneas, el Mundial comenzó después de que nos despidieron en el Benjamín Matienzo. Imposible regular.

Entonces, como en Rusia 2018, la dupla de enviados especiales LA GACETA dividió los frentes de cobertura. Monti se enfocó en el análisis, en el juego de La Scaloneta (qué delicia, por Dios), y Noli salió a la caza de aquellos pequeños grandes momentos pasionales cuya energía elevan la temperatura de la buena vibra que, seguramente, les llega a Messi y compañía a Qatar. Bueno, hubo una búsqueda implacable, pero a diferencia de la película de Liam Neeson, el final no se llevó el título de “feliz”.

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Estando tan cerca de los principales teatros de la Ciudad, del brillo de sus marquesinas, decidimos ir a lo profundo de la tradición de la calle Corrientes: las pizzerías donde el formato molde acapara el rol principal. Curiosamente, y quizás por decisión de sus respectivos dueños, las dos más conocidas, no tenían TV en sus salones. A minutos de iniciarse el amistoso con EAU, la  realidad decía que no lo necesitaban. Sus cocinas estaban abarrotadas de pedidos, de gente levantando las manos por una porción de muzza con fainá; un agua sin gas o un liso tirado frappé. Todas tentaciones, aunque frívolas si no podíamos ver a la Selección. Y como se dice que uno siempre tira para el pago, terminamos en una mesa para uno en un restaurante cuyo slogan remarca su reinado como productor local de empanadas en la Ciudad de la Furia, desde 1935. No vale comparar con las nuestras. Ustedes entenderán…

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La ventaja entre los dominios de la reina empanadera (cuya foto de presentación en un señor de bigotes) y el resto de sus máximos competidores en la pizza de molde -bien alta, esponjosita y abarrotada de mozzarella-, fueron los televisores de pantalla grande dispuestos de espaldas a la vereda con salida a Corrientes. Y hasta ahí llegamos.

Fue toda una experiencia ver el amistoso sin volumen, con poca gente siquiera levantando la mirada y con apenas algunos destellos de quién se quejara con su compañero de trabajo por no avisarle de que venía “para acá a ver el partido”. Después del cuestionamiento, para los adentros analíticos del enviado especial de LA GACETA hubo una llama de esperanza acerca de que el clima podría cambiar.

Ni mú.

Todo continuó con las riendas firmes. Los goles de Julián Álvarez, Angelito Di María (x2), Leo Messi y Tucu Correa, uno más lindo que otro, fueron el correlato de una sobremesa cuyos aportes destacados fueron un, “ya está, sacalo a ‘Fideo’”, y “mi vieja me mandó un mensaje contándome del primer gol de la Selección”, eso cuando la Scaloneta ya estaba 4-0 arriba y en el mediotiempo.

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En defensa de la poca onda de los comensales para festejar los goles de este duelo de cortesía, podemos argumentar que el horario no ayudó, que acá la gente labura de 8 a 18 y que los tiempos son demasiado tiranos como para ofrecer lo mejor de uno cuando la jornada laboral está a medio camino.

Y si alguien quisiera buscarle la quinta pata al gato, entonces podría demandar a la Calle Corrientes por haber estado en tinieblas, en un mediodía de sol pleno, con temperaturas tan altas como para derretir un cubito de hielo en un abrir y cerrar de ojos.